Thor, mi chihuahua, llegó a mi vida en el 2009, yo estaba obsesionada con tener un chihuahua y no fue hasta que fui a comer al Chilli´s de la hermana república de Coapa que lo vi, fue amor a primera vista.
En ese entonces, no estaba familiarizada con la cultura de la adopción, así que lo compré. Tenía 3 meses y era diminuto, temblaba de frío, así que lo llevé a mi casa y le compré un suéter rojo. Mi papá le pusó Thor, era un increíble nombre, él era alto -para ser un chihuahua- y rubio, así que el nombre le venía perfecto. Dormía conmigo y era mi perro de bolsillo, lo traía en mi bolsa, en ese entonces también tenía un pastor alemán, por lo que tenía lo mejor de 2 mundos.
Cuando mi esposo se mudó de casa de sus padres, y empezó a vivir solo, llevamos a Thor al departamento para que le hiciera compañía, pero mi amigo hermoso pasaba demasiado tiempo solo, así que tomamos la decisión de que el lugar idóneo para él era en casa de uno de mis mejores amigos donde siempre habría alguien que le hiciera compañía. Con el tiempo Thor tuvo una hermanita, una pomerano gorda con quién jugaba mucho.
Mi chihuahua fue todo un perro de sociedad, nos esmeramos mucho porque fuera un perrito educado, hacia muchas gracias, desde dar la patita, sentarse, sabía caminar junto a mi, siempre limpio y respetuoso. Cuando estornudaba o tosía siempre se preocupaba por mi, me daba besitos. Nos acompañaba mientras trabajábamos sentado sobre mi. Le encantaba que le tomará fotos, siempre que había shooting para este blog, se esmeraba por salir a cuadro y aprendió a posar.
Sé que Thor fue un perrito muy feliz, lo quisimos mucho, y no es por nada pero vivió como rey, quién lo conoció supo qué gran amigo fue.
Ayer un pedacito de mi murió junto con él, y nada podrá reemplazarte. Descansa en paz mi amigo hermoso.
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